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Cabe todo que es efímero. Vamos a ver cuánto dura esto.
martes, 12 de mayo de 2015
Lucy lee su famosa carta
Mi mamá llegó con un regalo desde Caracas. Nos trajo el casete con la grabación que hizo Lucy Garzón de Benarroch de su famosa carta aquella tarde de 1972 o 1973 en Caracas (la carta fue objeto de un comentario en este blog). Mi madre, Ruth Serfaty de Nahón, hace una corta introducción, pues el casete estaba destinado a José Benmamán y su esposa que vivían en los Estados Unidos. Al fondo se escucha la risa de mi tía Violeta Serfaty de Nahón, en cuyo apartamento en Los Caobos se hizo el registro. Al principio una voz de niño - la voz de este servidor - dice algo sobre la grabación. Aquí está la joya humorística y profética leída por su autora con los acentos y entonaciones únicos de la jaquetía. Que la disfruten: hagan click en aquí.
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lunes, 26 de enero de 2015
Fascinación islamista y negación del Holocausto: las debilidades del doctor Fuenmayor Toro
Este es mi análisis sobre la fascinación que producen el radicalismo islamista y la negación del Holocuasto en marxistas como el exrector de la UCV Luis Fuenmayor Toro, quien en estos días ha expresado su no tan velado antisemitismo por Twitter a raíz de las masacres en París.
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viernes, 16 de enero de 2015
El puñetazo de Francisco
El papa Francisco dio unas declaraciones problemáticas sobre las tensiones que existen entre la libertad de expresión y la libertad religiosa. Ante los periodistas que lo acompañaban en el vuelo de Sri Lanka a Filipinas, el máximo dirigente de la Iglesia Católica dijo: “si el doctor Gasbarri dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!”. Francisco, quien volvió a condenar a quien mata en nombre de Dios, continuó su reflexión de la siguiente manera: “En cuanto a la libertad de expresión: cada persona no solo tiene la libertad, sino la obligación de decir lo que piensa para apoyar el bien común (…) Pero sin ofender, porque es cierto que no se puede reaccionar con violencia, pero si el doctor Gasbarri [organizador de los viajes papales], que es un gran amigo, dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás (...) Hay mucha gente que habla mal, que se burla de la religión de los demás. Estas personas provocan y puede suceder lo que le sucedería al doctor Gasbarri si dijera algo contra mi mamá. Hay un límite, cada religión tiene dignidad, cada religión que respete la vida humana, la persona humana… Yo no puedo burlarme de ella. Y este es límite. Puse este ejemplo del límite para decir que en la libertad de expresión hay límites como en el ejemplo de mi mamá”.
De la declaración de Francisco se desprende que existiría una contradicción entre la libertad de expresión y la libertad religiosa, y que en la medida en que la primera implique una afrenta contra la libertad del creyente, entonces se debe limitar la libertad de expresión. Lo dicho por el Papa tiene problemas de forma y de fondo. Con respecto a la forma, se ve claramente en el vídeo de su declaración a los periodistas, que el símil que usó sobre el “puñetazo” lo planteó en tono de chiste provocando risas entre algunos de los que estaban en el avión. Allí Francisco actuó sin tomar en cuenta las sensibilidades y crispación que todavía están a flor de piel después de las masacres de París. Además, él no es un comediante que siempre debe caer simpático, sino el líder de una poderosa e influyente institución religiosa que debe saber que el asesinato de 17 personas en mano de fanáticos islamistas no equivale a un puñetazo en la cara.
La argumentación del Papa también es cuestionable por lo confuso y débil de su planteamiento. El derecho que tienen los creyentes de cualquier religión de sentirse ofendidos y de actuar en consecuencia en el marco de un Estado de derecho (por ejemplo, demandar ante una corte a quienes supuestamente los ofendieron, como ocurrió muchas veces contra Charlie Hebdo), no puede confundirse con la libertad religiosa. El hecho de satirizar a través de la imagen y la palabra las creencias o los apóstoles de una determinada religión no atenta contra la libertad de la gente de creer y practicar lo que desee. Las caricaturas de Mahoma, de Jesús o de Moisés pueden ser percibidas como una afrenta a la dignidad de ciertas personas o grupos, pero ello no limita para nada su habilidad de organizarse y expresarse en lo religioso. De hecho, la libertad religiosa incluye la libertad de no creer, de criticar un cierto orden u autoridad religiosa, y de promover otras creencias.
Con su declaración el papa Francisco ha contribuido a generar más confusión sobre un debate necesario pero lleno de pasiones. Los fundamentalistas y no tan fundamentalistas tomarán la palabra del Papa para justificar las limitaciones a la libertad de expresión. Algunos se apoyarán en ese argumento para alimentar el falso dilema entre libertad de expresión y libertad de religión, cuando en realidad el ejercicio de una no significa la anulación de la otra. Además, al presentar el debate en términos de la “justificable” limitación de la libertad de expresión, el Papa ha puesto el foco en el lugar equivocado, pues la verdad es que la libertad religiosa hoy está limitada o no existe del todo en muchos países, particularmente bajo regímenes que se definen como musulmanes (pensemos en lo que ocurre en Arabia Saudita, en Irán o en los territorios controlados por el Estado Islámico) y que no respetan la libertad de expresión.
Es probable que Francisco no haya meditado mucho estas declaraciones. Quien sabe si el cansancio o el entusiasmo en el marco de un largo viaje por Asia hayan influido en la ligereza de lo dicho. Puede ser que su talante latino haya tenido algo que ver con el “exceso discursivo”. Lo cierto es que el Papa debería aclarar el alcance e implicaciones de lo declarado para contribuir a orientar a los creyentes, y reafirmar el compromiso de la Iglesia Católica con la libertad de expresión.
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lunes, 22 de diciembre de 2014
Empecemos por un acento: Januká en Marruecos y en Venezuela
(Palabras leídas
originalmente en inglés en la Sinagoga Beit Tikvah de Ottawa en Shabat Januká)
Típica januká marroquí de bronce |
Empecemos
por un acento. Como ustedes lo pueden escuchar, vivo obsesionado con los
acentos. ¿Se dice Jánuka ó Januká? En mi casa, mi casa sefardí
donde se hablaba español, ciertamente era Januká
con una fuerte JOTA y un acento en la última Á. En mi escuela judía de
Caracas, con mis maestros que hablaban yidish,
a veces escuchaba Jánuka, con el
acento en la primera Á. Pero en Caracas nosotros los judíos, sefardíes,
asquenazís, mizrahíes (orientales) éramos (y todavía somos) una comunidad
bien integrada y con lazos estrechos entre todos los grupos. La mejor expresión
de esta cercanía e integración es el español que hablamos, un español con el
acento caribeño de Venezuela que mezcla palabras en yidish, haquetía – el dialecto
judeo-español de Marruecos – y algunas palabras en hebreo. Hay algunas cosas
que solo puedo pensar o decir en este particular lenguaje judeo-venezolano.
Permítanme
volver a Marruecos por un momento. Nací en Tánger. Tengo dos recuerdos de Januká en Marruecos. El primero tiene
que ver con la janukiyá, o como mi
padre la llamaba la januká, pues en haquetía la fiesta y el objeto, la menorá (el candelabro), se llaman de la
misma manera. Las janukiyot o janukás (con una S plural) hechas en
bronce, eran menorot doradas que durante
el año adornaban las paredes de las casas (ver foto que acompaña esta nota).
Usábamos
aceite para encender las velas, que en realidad no eran velas sino mechas de
algodón que mi madre preparaba para la fiesta. Y había por supuesto la comida
tradicional, los buñuelos fritos, las donuts marroquíes, que comemos con miel y
un vaso de mint tea, de yerba buena.
Como ustedes pueden ver, hay algunas cosas que solo puedo decir en
español, pues no es lo mismo decir mint
tea que yerba buena, que significa literalmente the good herb or the good weed (la hierba buena).
Tendría yo
unos dos o tres años. Mis padres decidieron que debería participar en el
encendido de la januká y me dieron la
vela para que procediera. Yo decidí que mi perrito de peluche también merecía
ser encendido, por lo que estuve a punto de provocar un incendio en nuestro
apartamento en Tánger.
Nos mudamos
a Venezuela en 1968 y algo cambió con respecto a Januká. Por primera vez me di cuenta de la tensión entre las
celebraciones que competían unas con otras. Los cristianos tenían la Navidad, y
nosotros Januká. En Marruecos no
estaba consciente de esta tensión porque en un país musulmán la Navidad no es
una fiesta oficial.
En
Venezuela ocurrió algo muy interesante. Lo que para mi fue hasta entonces una
fiesta privada en casa en compañía de mis padres y de mi hermana, se convirtió
en los años 80 en una celebración pública cuando Jabad Lubavitch decidió
encender janukiyot en todo el mundo
para cumplir con el precepto de difundir el milagro de Januká. Hace algunos días
leí en Twitter que una persona (que por su nombre asumo no es judía), recordaba
con alegría y un poco de nostalgia el encendido de una gran menorá (candelabro) en la plaza más
grande de Caracas, la Plaza Venezuela, donde judíos y no judíos nos reuníamos
para ver la ceremonia que lideraba el Rabino Perlman, representante del
movimiento Jabad en el país. Y esa persona decía más o menos así: es una
lástima que hoy en día no podamos hacer una ceremonia pública como esa en Plaza
Venezuela, debido al clima de antisemitismo y anti-israelí que ha promovido el
actual régimen que gobierna Venezuela (nda.: sé que hubo una ceremonia similar
en el Municipio Chacao, pero nunca con las dimensiones de la que se celebraba
en Plaza Venezuela).
Sin
embargo, debo ser claro y justo. Nuestros compatriotas venezolanos fueron y
siguen siendo gente buena, gente que recibió con los brazos abiertos a los
judíos que llegaron de Europa, de Marruecos, de Siria, de Argentina, y de
muchos otros países.
Quisiera
terminar con una canción, con una melodía que representa para mi Januká. En la tradición marroquí después
de las bendiciones para encender la
januká, el Sheejeyanu y el Hanerot Halalu (plegarias en hebreo para
la ocasión), cantamos un Salmo (Salmo XXX). Todavía puedo escuchar a mi padre
cantando:
“Mizmor shir Janukát Habayit le David, aromimjá
Hashem ki dilitani, velo simajta oyevá li. Hashem Elokái shivati Eleka
vatirpaeni. Hashem heelita min sheol nafshi jiyitani miyardi vor. Zamerú
laHashem jasidav vehodu lezejer kodeshó…”
Cuando
recito la misma plegaria durante los servicios de la mañana, puedo escuchar la voz
de mi padre cantando el Salmo para la dedicación del Templo, y no puedo evitar
repetir esta hermosa melodía.
Muchas
gracias. Jag Sameaj y Shabat Shalom.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
La pervivencia del chavismo: lecciones del peronismo
Desinflar las mentiras |
Aproximaciones al micro-texto
1
El tono de su voz, casi un chillido, confundía a quienes descubrían el rostro de un hombre maduro con barba entrecana.
2 Tenía la nariz y la boca de su padre. Sin embargo era hermosa.
3 Sus orejas eran particularmente desproporcionadas. La derecha parecía una rosa abierta en todo su esplendor. La izquierda era como un pequeño botón de flor.
4 Por qué los lentes de sol? Ya había oscurecido. No era ciego. Qué había detrás de esa máscara? Una mirada implacable ó unas ojeras decadentes?
2 Tenía la nariz y la boca de su padre. Sin embargo era hermosa.
3 Sus orejas eran particularmente desproporcionadas. La derecha parecía una rosa abierta en todo su esplendor. La izquierda era como un pequeño botón de flor.
4 Por qué los lentes de sol? Ya había oscurecido. No era ciego. Qué había detrás de esa máscara? Una mirada implacable ó unas ojeras decadentes?
domingo, 7 de diciembre de 2014
La carta profética de Lucy
Todavía escucho la voz de Lucy leyendo la carta en casa de mi tía |
Correría
el año 1972 ó 1973. Una tarde en el apartamento de mi tía Violeta ubicado en
Los Caobos ocurrió algo que hoy tiene un significado muy especial. Mi tía, mi
mamá y yo, un niño de 10 u 11 años, nos sentamos alrededor de una mesa frente a
un grabador de casete para que Lucy Garzón de Benarroch leyera en voz alta su ya
entonces famosa carta. Digo famosa no tanto porque fuera muy conocida, sino por
el entusiasmo que generaba en la familia hablar de la “carta de Lucy”, una
pieza de literatura en jaquetía (el
dialecto judeoespañol de los judíos marroquíes) donde un tal Hadra le escribe a
su prima Isté de Tetuán sobre sus primeras vivencias en Caracas.
La
carta, escrita en mayo de 1970, fue publicada en la revista Maguén-Escudo del
Centro de Estudios Sefardíes de Caracas (No. 95, abril-junio 1995). Lucy la
leyó en un acto en la VII Semana Sefardí de Caracas el 25 de febrero de 1995
dedicado a La jaquetía que hablábamos. Pero para mí no hay otra versión de la carta
que supere a la grabación que hizo Lucy esa tarde de 1972 ó 1973. Esa cinta
debe estar en alguna parte en casa de mi mamá. Leída en la voz de la autora, la
carta tiene al mismo tiempo un tono extremadamente jocoso (en la grabación se
escuchan las risas ruidosas de mi tía, de mi madre y de este servidor), pero
también profético. Recuerden que Lucy la escribió en 1970 y la grabó unos años
después, en plena década de oro de Venezuela, el país de las promesas y de las
puertas abiertas a los inmigrantes, el país que consolidaba su democracia. Era
una Venezuela mucho más amable y más optimista.
La
carta no es solamente una pieza humorística (su calidad humorística es
superior); es, insisto, una epístola profética. Mucho de lo que allí cuenta y
reflexiona Hadra (Lucy) anuncia lo que vendría unos años después. Mi madre
gusta recordar algo que Cervantes dice en Don Quijote: “…Y, sin duda, que esto
fue como profecía; que los poetas también se llaman vates, que quiere decir
adivinos…”. Veamos cómo Lucy hace de vate desde la prosa poética en jaquetía.
Esto requeriría algunas explicaciones para tratar, solo tratar, de comunicar el
sentido de lo que allí escribe en ese dialéctico tan particular y sabroso que
mezcla el español arcaico, el árabe marroquí y el hebreo.
Hadra
comienza por relatarle a Isté algunas novedades del estilo de vida de los
inmigrantes judeo-marroquíes que se instalaron en Caracas. Sus observaciones
tienen la picardía del crítico social que hace la disección de las pretensiones
y el exhibicionismo de los nuevos ricos en esta tierra de gracia. Hablando de
una tal Riquita que vive en un “penjau”
(penthouse), Hadra cuenta: “…Y desde que
se enriquesió (sic) no para de echarse Chanel numeró sinco (sic), para que
ninguno la aoye…” (para
que no le echen mal de ojo). Más
adelante, refiriéndose a una conocida de Tetuán, le dice a Isté: “¿Te acordas de Solica la lagañozza (sic)?
(que tenía siempre lagañas en los ojos)…Ni
no, ni, si la mirad con pestañas postizzas (sic)…” (en el casete se escucha
a mi tía y a mi madre repetir lo de las “pestañas
postizzas” desternilladas de risa).
El
retrato que hace Hadra de la Caracas de entonces es, según los estándares de
hoy, idílico. Las noches de sábado (“noche
de aljá”) era “ada ir al Papapayo”
(la costumbre era ir al café del Centro Comercial Chacaíto): “…no queda ratón en su buraco…” (nadie se
quedaba en su casa). También reconoce ya algunas prácticas de negocios “problemáticas”,
por decir lo menos: “…Aquí el que quebra
(sic) un negocio, no se volve pobre, se volve rico, se quiebren y se hagan
tiesto…” (el sentido está clarísimo y es muy actual). Hadra (Lucy) hace
también un pequeño pero muy acertado análisis político: “¿Y la radio? Dí por boca nada más, baldonan jasta (sic) al
presidente…igual que Franco, amabdil, Dizzen que es democracia, zaamá que no
hay Bengualid ni Benchacho, todo uno” (en la radio critican hasta al
presidente, “igualito” que el dictador Franco que entonces mandaba en España.
Lo llaman democracia porque todos son iguales).
La
carta tiene algunos momentos proféticos que resultan excepcionales. Cuando
Hadra le cuenta a Isté sobre los ranchitos, observa lo siguiente: “También hay cazzitas (sic) como la del
barrio las lata, en el monte; cuando la noche escurese (sic) y se miran las
luces unas cabrota (sic), penso: güó, güó como se seltée el jebel…” (¡ay, ay, como baje el cerro!). En 1970 Lucy vio con
claridad la posibilidad de una tragedia como la del Caracazo consecuencia de
las injusticias y la pobreza que esas “cazzitas
en el monte” ya dejaban entrever. En referencia al sistema de salud y los
costos de la medicina, la mención en la carta no puede ser más actual: “…lo que uno no cuede (sic) es caer malo
…Ferazmal lo güeno mío cuando fé asperarme (sic) al puerto me lo dicho: ‘mira,
ni te mueras ni te quebres nada, hasta que me enriquesca (sic)”. (cuando mi
esposo me fue a recibir en el puerto – mucha gente llegaba en barco a La
Guaira, como fue mi caso - me dijo
que no me muriera ni me enfermera hasta que no se volviera rico).
El corto texto tiene muchos
otros detalles para comentar (la referencia a El Silencio como un sitio de
ruido caótico, o a la estatua de Colón que estaba frente a la sinagoga de
Maripérez). Todos revelan la inteligencia y, como se dice en España, la gracia
de Lucy. La carta, que ya en su momento era una rara joya de literatura en jaquetía escrita en Venezuela, hoy tiene
más vigencia que nunca. Gracias Lucy por aquella tarde en casa de mi tía
Violeta.
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